Aquí vamos a viajar a través de historias alegres, tristes y divertidas porque, a fin de cuentas, así son el amor y el desamor. La culpa siempre es de dos, pero seamos claros, alguno siempre más responsabilidad que el otro, ¿o no?
Un gusto, soy Ítaca, así a secas. No me pusieron segundo nombre porque fue tanta la fe de mi madre hacia mi futuro comportamiento que, para qué gastar tinta y memoria en un segundo nombre, que solo serviría para hacer más categórico el regaño. Quizás hizo falta, sobre todo para estos últimos tiempos, cuando a la gente mayor le ha dado por retarme, a según, porque soy absurdamente tonta en el amor. ¿Y si me regalan un instructivo?